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Dia 17. Bangkok

Hoy es el último día en Tailandia, pues nuestro vuelo dirección Barajas sale a medianoche. Dedicamos la mañana al parque Lumphini, justo enfrente del hotel. El parque Lumphini es un parque inmenso con varios estanques. Pasamos tranquilamente sacando miles de fotografías, también nos cruzamos con un lagarto que accede a posar un rato para nosotros hasta que se cansa de las fotos y echa a correr.

Lumphini1

Cuando terminamos de ver el parque vamos al hotel a darnos un baño en la piscina y dejar la habitación recogida. Descansamos en las hamacas de la piscina y cuando se empieza a hacer tarde subimos a darnos una ducha y recoger el equipaje, que dejamos en el lobby para que nos lo custodien mientras salimos a comprar algún regalito más.

Vamos al centro comercial Siam Parangon, pero es caro y decidimos ir a dar una vuelta y comer antes de que abran el mercado nocturno, pues con suerte nos daría tiempo a encontrar algún puesto abierto antes de ir al hotel a esperar el transfer para el aeropuerto.

Como nos lo habían recomendado y yo tenía muchas ganas de ir, vamos al Mango Tree. Armando pide solomillo y yo, para variar, Pad Thai. Tomamos un postre de mango delicioso, merece la pena volver a este restaurante solamente por eso. Eso sí, tardan bastante en servirnos y aunque la comida está muy buena, el coste de la comida es muy elevado en relación calidad-precio.

MangoTree

Llenos de tanta comida salimos del restaurante y vamos a pasear. A estas alturas ya somos unos auténticos expertos en cruzar las calles a pesar del caos de coches y motos, negociar tuk tuks e identificar “cazaturistas”.

SinghaDisfrutando de una última Singha

Tras el paseo vespertino y, ya con poco tiempo, hacemos nuestra última incursión en el mercado nocturno y compramos los últimos detalles. Vemos caer, por última vez, la noche en Bangkok y con un nudo en la garganta vamos corriendo al hotel. Guardamos las últimas compras en las maletas, nos damos una última ducha en el gimnasio (del que no hicimos uso en toda la estancia) y cuando llegamos al lobby ya nos están esperando. Atravesamos Bangkok en furgoneta con aire acondicionado, ya ajenos al olor y el calor de sus calles, aunque habían quedado grabadas a fuego en nuestra piel y observando por última vez el tintineo de las luces, que parecían moverse al frenético ritmo de la noche en la ciudad.

En el aeropuerto facturamos sin el temido sobrepeso, pasamos los controles y esperamos tranquilamente a nuestro vuelo. Una última y descafeinada cena en el Mango Tree del aeropuerto Suvarnabhumi nos deja patente que el viaje toca a su fin.

Cuando despertamos, de nuevo cubiertos por la manta morada, creemos que todo ha sido un sueño. Hasta que nos fijamos, esbozando una sonrisa, en las pulseras naranjas que rodean nuestras muñecas.

Dia 16. Bangkok

Descartada la visita al mercado flotante por falta de tiempo decidimos dedicar el día a visitar el Gran Palacio, que habíamos dejado pendiente, y pasear por Bangkok tranquilamente. Sabíamos que teníamos que cuidar especialmente la vestimenta, pero los pantalones largos de Armando no transpiran demasiado y prefiere ir en piratas aun a riesgo de que le obliguen a ponerse algo por encima.

Llegamos al Gran Palacio sin incidentes, con la suerte de que apenas hay gente. Como era de esperar, no nos dejan pasar si Armando no se cubre las piernas, así que tomamos prestados unos pantalones largos y comenzamos la visita.

PalaciorealBKK3

Nos habíamos imaginado el gran palacio como un sitio increíble, especialmente después de lo que nos habían contado todas las personas que habíamos conocido en el viaje, pero cuando llegamos no sólo no nos decepcionó, sino que nos maravilló mucho más de lo que esperábamos.

PalaciorealBKK2Escultura del Palacio Real

El recinto es enorme, hay muchísimas cosas para ver. Lo recorremos al completo, con los ojos como platos al ver cada piedra engastada en los muros, cada escalera, cada edificio…

PalacioRealBKK1Detalle del Palacio Real

Entramos al recinto del Buda Esmeralda, en el que no se pueden realizar fotografías. Lo vemos bastante rápido pues es muy pequeño y la sala comienza a llenarse de gente. Preferimos dedicar más tiempo a  recorrer todo el palacio.

Pasamos prácticamente toda la mañana allí, hasta que decidimos que lo hemos exprimido suficiente y toca cambiar de lugar. Nos dirigimos a Chinatown para ver  el Wat Traimit, (el templo del buda de dorado), que alberga una imagen de Buda de oro que mide 3 metros de alto y pesa 5,5 toneladas. Nos quedamos fascinados con este templo que no es muy grande, aunque sí alto. Hay que subir unas cuantas escaleras para llegar arriba del todo. La imagen de buda es preciosa y se pueden sacar fotos.

BudadeOroBKK

La rodeamos varias veces, admirando también el resto de decoración del templo, del que destacan unos jarrones increíblemente bonitos.

De ahí debemos dirigirnos a la tienda de trajes, pues habíamos quedado en ir a recoger las prendas. Al llegar nos hacen esperar, pues tienen que ir a recogerlas al taller. Al cabo de un rato aparecen con una sola camisa y mi vestido. Nos dicen que no está disponible todo aún, que tienen que asegurarse de que lo que han hecho nos queda bien, porque luego ya no hay remedio. Convencidos con al explicación nos probamos la ropa. A Armando la camisa le queda perfecta, como es lógico, a su medida. Yo me pruebo el vestido y no quedo muy convencida, me recogen un poco el bajo, aunque a mi sigue sin gustarme del todo. Como Armando dice que está bien, dejan de hacerme caso y se ponen a preguntarle vocabulario de ropa en español. Por no enervarme demasiado pienso que si el vestido necesita un arreglo será sencillo y podré hacerlo una vez en casa. Nuestro encargo al completo estará listo para la noche.

Con los estómagos rugiendo salimos de la tienda y vamos a comer. Nos habían recomendado subir a la Torre Baiyoke, también llamada “la torre más alta”, donde hay un buffet en el que dicen que se come muy bien. Después de pasar una odisea para coger un taxi (nadie nos quiere llevar porque es hora punta y el tráfico no les compensa) y haber subido casi hasta arriba del todo descubrimos que ese día está cerrado, así que decidimos aguantar un poco más el hambre y llegar hasta el centro comercial MBK.  De nuevo  a buscar un taxi. Tenemos que parar alrededor de 10 taxis para conseguir finalmente que uno nos lleve. Subimos al último piso y comemos en el food court. Hay un sitio que se llama Fifth Avenue y que tiene stands de comida de diferentes países (italiano, japonés, thai, chino, mexicano…). Para servirte te dan una tarjeta en la entrada que van pasando en cada stand en el que eliges algo de comer. Se paga al final del todo, en el mismo sitio en el que te dan la tarjeta. Comemos bastante bien. Decidimos dar una vuelta por el centro comercial, que no nos llama demasiado la atención.

Entre una cosa y otra se ha hecho tarde y cogemos el skytrain para volver al hotel a darnos una ducha y prepararnos para salir a dar un paseo y cenar.SkytrainBKK

Esperando al skytrain

Como ya es costumbre, vamos al mercado nocturno. Tras un largo paseo se hace la hora de cenar y vamos a una especie de fastfood, en el que no nos hacen mucho caso y parece que quieren cerrar. Pedimos carne, que está buenísima y ponemos rumbo a la tienda de trajes. Una vez allí nos volvemos a probar las prendas para asegurar que estén bien. A pesar de que mi vestido sigue sin convencerme, las camisas de Armando están francamente bien, ha sido una buena compra. Elegimos la corbata y, satisfechos, salimos de la tienda para seguir pateando el mercado nocturno. Apuramos todo el tiempo posible hasta que comienzan a cerrar los puestos, pues al día siguiente debemos coger el avión de vuelta.

Dia 15. De vuelta en Bangkok

Nos levantamos y disfrutamos por última vez del maravilloso desayuno con vistas al mar. Aún tenemos tiempo, pues hemos quedado con Sopa a las 14.00 para ir al aeropuerto. Tomamos el sol disfrutando de las lecturas, que ya llegan a su fin. Nos bañamos en la piscina, sacamos fotos de cada rincón… como si con ello pudiéramos llevarnos un trocito de paraíso y conseguir volver a sentirnos allí en los momentos de más estrés en la vuelta al trabajo.

Phuket18Adiós, paraíso!

A la llegada de Sopa ya tenemos todo listo para regresar a la jungla, esta vez la de asfalto. Unas horas después aterrizamos en Bangkok, donde nos recibe Bom, que nos cuenta algunos entresijos de la vida tailandesa que aún desconocemos.

LlegandoaBKKDe nuevo llegando a la jungla de asfalto

En el hotel tenemos que esperar un rato para hacer el check in (no sé qué pasa en este hotel que las dos veces que hemos estado han tardado tanto en darnos la habitación). Nos alojan en la parte antigua del edificio y nos dan una habitación con vistas a un patio bastante tétrico. No nos parece razonable teniendo en cuenta lo que nos ha costado y comparándolo con nuestra anterior estancia, así que bajamos a recepción y les decimos que no estamos nada contentos con la habitación que nos han dado. Finalmente conseguimos convencerles y nos realojan en la parte nueva que, aunque no es como la del inicio del viaje sí se ajusta más a lo esperado.

Damos una propina a la recepcionista y llamamos a la guía del primer día para contratar un masaje como el de la primera vez. En un momento estamos tumbados en la cama recibiendo un maravilloso masaje que nos deja como nuevos. Esta vez no puedo dormirme porque Armando, que tiene muchísimas cosquilla,s no para de reírse. Cuando las masajistas terminan su trabajo nos empiezan a explicar algo que no entendemos, pues entre que apenas saben inglés y el acento no nos enteramos de nada. Según lo que Armando entendió, nos hacían proposiciones indecentes. Yo no lo creo, pero la verdad es que no conseguí entender una palabra de lo que decían, más que “other room” “big” y “doctor”.

Armando acompaña a las masajistas al lobby mientras yo me doy una ducha. Cuando vuelve le cedo el cuarto de baño y nos preparamos para salir a Patpong, que ya lo echábamos de menos. Nos damos un paseo y vamos a cenar al Nius on Silom, un restaurante italiano con jazz en directo.Cenamos muy tranquilos, unos platos de pasta buenísimos y acompañados de buena música, totalmente recomendable. Después subimos al restaurante Sirocco, en el hotel Lebua, para tomar una copa en el skybar. Apenas podemos disfrutar de las vistas porque hay tantísima gente que no podemos ni movernos. Como era de esperar, es muy caro: 470 bahts cada mojito.

SiroccoLas vistas desde el restaurante Sirocco, en el hotel Lebua

De vuelta al hotel paramos en una tienda de trajes a medida, abierta a pesar de ser casi medianoche, y es que está casi en el meollo de Patpong. Entre una cosa y otra, que si necesito, que si mira qué tela, acabamos negociando y encargando seis camisas y una corbata para Armando y un vestido para mí. Los tendríamos listos para el día siguiente a la hora de comer. Hecha la compra del día continuamos paseando por Patpong, y parando a comer unos pinchitos de pollo y cerdo en un puesto de comida callejera (qué ricos!!).

No tardamos mucho en regresar al hotel, ya que nos hemos quedado tan relajados después del masaje que tenemos ganas de dormir.