Un paseo por Oporto

Un día de Agosto, estando de vacaciones en Galicia, y por recomendación de unos amigos, decidimos acercarnos a Oporto.

No elegimos un buen día para ir porque, nada más llegar, empezó a llover y, aunque a la tarde salió el sol, se nos estropeó parte de la visita a la ciudad.

A nuestra llegada vimos un gran número de gorrillas en los aparcamientos públicos, así que decidimos no andar dando vueltas con el coche y lo dejamos en el primer parking  de pago que encontramos. Por suerte, estaba bastante cerca de la Catedral, así que comenzamos nuestra visita por aquí.Oporto1

La sé do Porto se encuentra en el punto más alto de la ciudad. Su estructura fue modificada a lo largo de las épocas románica, gótica y barroca, dando lugar a la construcción que podemos observar hoy día. Dado que estaban celebrando misa, no pudimos entrar, así que nos conformamos con pasear por los alrededores y hacer unas fotos, en la medida en la que la lluvia, que parecía anunciar el fin del verano, nos permitió.

Posteriormente nos dirigimos a dar un paseo por la zona de la estación de san Bento. Con frío y mojados por la lluvia, entendimos que  ésta no iba a darnos tregua, así que decidimos entrar a visitar la famosa estación, construida sobre los restos de un convento que llevaba el mismo nombre.

Al cabo de un rato,  aún resignados ante el día de perros que nos habíamos encontrado, tomamos la determinación de comer los bocadillos que llevábamos preparados en un banco de la estación. La verdad es que a día de hoy, desde la comodidad de mi casa, pienso que porqué no entramos en un restaurante y dejamos los bocadillos en la mochila, pero en ese momento nos apeteció hacerlo así y aun hoy recordamos la situación entre grandes carcajadas.

Parece ser que, en ese momento, alguien nos escuchó maldecir y quiso cambiar el transcurso del día, porque al salir de la estación, la lluvia había desaparecido, dejando tan sólo unas goteras molestas que, de cuando en cuando caían sobre nuestras cabezas.

Así, entusiasmados ante la idea de visitar la ciudad sin el paraguas en la mano, nos dirigimos hacia la Plaza de la Libertad y la Torre de los Clérigos. Esta última está situada en un buen punto para hacer unas bonitas fotos de las calles aledañas, así que nos  entretuvimos un rato con la cámara.

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Torre de los Cérigos

Animados por el buen tiempo y el sol, que comenzaba a salir, nos dispusimos a caminar hasta que llegamos al Ponte Luis I, que conduce  a Vilanova de Gaia, al otro lado del Duero, donde se encuentran las famosas bodegas.

Si bien no somos muy amantes del vino y no vimos conveniente visitar ninguna bodega, no pudimos resistirnos a sentarnos en una terraza a tomar un Oporto.

Oporto6Tras un paseo por la orilla del río, admirando las bonitas embarcaciones que ahí estaban atracadas, cruzamos de nuevo a Oporto. No habíamos llegado a la mitad del puente cuando, un hombre con pinta de haber perdido el norte, nos para y nos suelta en portugués: ¿queréis ver a un hombre saltar al agua?  Como pudimos le explicamos de que no estábamos interesados para nada en ver tal hazaña y, una vez convencido de que era mejor idea no hacerlo, él prosiguió su camino (vía terrestre) y nosotros el nuestro.

Tras  otro largo paseo, llegamos a los Jardines del Palacio de Cristal. Como suele ser habitual en verano, había un festival de música.

Oporto3La caminata, en gran parte cuesta arriba, había hecho mella en nuestras piernas, así que nos sentamos en un banco a tomar el bocadillo que nos había sobrado del mediodía. No habíamos hecho amago de abrir la cremallera de la mochila cuando, cual bandada de aves migratorias en plena formación, aparecieron distintos tipos de pájaros que comenzaron a rodearnos: patos, palomas, gorriones, pavos reales… todos los ejemplares del parque estaban ahí, expectantes ante el manjar que nos disponíamos a sacar de nuestra mochila. Algún rezagado vino cuando ya no quedaban ni las migas. Parece ser que el encargado de difundir el mensaje se iba a llevar una buena tunda esa noche.

Tras el momento surrealista, nuestros interesados amiguitos comenzaron a desaparecer sin siquiera darnos tiempo a hacer una pelota con el papel de plata que segundos atrás recubría nuestro bocadillo.

Con el miedo aún en el cuerpo, nos dispusimos a pasear por el parque, que merece mucho la pena. Hay un estanque muy bonito en el que nos entretuvimos sacando fotos a un pavo real que llevaba a sus polluelos entre las patas, tratando de esconderlos bajo su ala protectora.Oporto4

Cuando comenzó a anochecer, recogimos el coche y pusimos rumbo a Galicia de nuevo.La visita a Oporto daba para algún día más y la verdad es que podríamos volver, pero seguro que no lo recordaríamos de la misma manera.

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